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Tengo una exploradora. Ya anda sola.


Hace ya semanas que anda, muchas, pero no ha sido hasta este verano que se ha ido soltando poco a poco. Hace unos días, en nuestra visita a Madrid, se acabó de lanzar y comenzó a ir sola, sin importarle si estabamos junto a ella o no, totalmente por libre y a lo loco. Es una maravilla ver como aprende y evoluciona, pero cuando empiezan a andar también llegan los traspies, los golpes y caídas y los sustos de menor o mayor medida.




La verdad es que fue de la noche a la mañana. Habíamos estado hasta entonces ayudándole a andar, dejando que se agarrase a nuestro dedo. Pero aquella tarde, se decidió y comenzó a andar desde la mesa baja de mis padres hasta a mí que estaba como a dos metros y algo. Cada vez que venía y volvía a la mesa se iba un poco más lejos, hasta que en uno de esos paseos continuó andando hasta el pasillo y de ahí a la habitación de mi hermano.


Evidentemente, desde que empezó a soltarse ha tenido algún tropiezo y traspies. Quiere ir más rápido de lo que aún puede y pasa lo que pasa, que llega el sustillo, un poco de llanto, le quitamos hierro al asunto y volvemos a ponerla en pie como si nada. Hasta hace unos días...

Resulta que estabamos las dos solas, me despisté un momento, oí el golpe y seguidamente su llanto. La miré para ver que le había pasado y no vi nada, intenté consolarla pero me costó mucho. De hecho a los pocos minutos llegó su padre e intento calmarla él. Nos costó bastante que dejase de llorar, pero cesó. Le preparé la comida y se la tomó como si nada. No fue hasta que la tumbé en el cambiador para ponerle ropa cómoda que vi lo que había ocurrido... ¡¡Se le había roto un diente!!

Apenas unos meses después de que le saliesen los incisivos superiores, uno de ellos se le ha roto. No sé ni como se dio, ni como acabó en el suelo, pero sí el resultado final... Mi niña tenía su paletita rota...

El sentimiento de culpa que me invadió fue terrible, aún hoy lo pienso y me siento fatal por ella (será porque yo también me los rompí, aun que los míos eran definitivos). Además de la culpabilidad, un sudor frío me recorrió al pensar que podría tener dañado algún diente más, que podría haber problemas mayores. Aun que mi marido intentó calmarme viendo que la niña se comía un pico de pan, yo acabé insistiendo en ir a urgencias.

Finalmente en urgencias nos atendió una pediatra muy amable y cariñosa que le miró a conciencia la boca a la niña. Se aseguró que ningún diente se movía, que el frenillo del labio superior estaba perfecto y que tan sólo era un piquito el que le faltaba al diente. Creó que se me veía en la cara la preocupación e intentó tranquilizarme sobre el tema. Nos dijo que si queríamos podíamos ir a un dentista a ver que nos decían, pero que es muy pequeña para hacerle nada en el diente. Lo único es que pasarán al menos seis años hasta que se le caiga para dejar salir al definitivo.

Reconozco que ella sigue andando como si nada, de hecho ya lo hacía al rato de haberse caído, incluso en la sala de espera de urgencias se dio unos cuantos paseos, pero la que ahora va con más precaución, y algo de miedo, soy yo. No lo puedo evitar. Sé que se caerá más veces, que se hará heridas, que llorará, pero no será porque no esté yo a su lado para evitarlo en todo lo posible. Eso sí, intentaré que no note ese temor por mi parte, para que no lo tenga ella.

¿Alguna vez os ha pasado algo así? ¿Conocéis algún caso en el que un niño tan pequeño se haya roto algún diente?

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